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Cualquier persona que haya cuidado a niños o niñas sabe que, en ciertos aspectos, pueden llegar a ser como una bomba de relojería. El «mal» comportamiento y las rabietas son un elemento que puede aparecer con una frecuencia pasmosa; en la mayoría de los casos, lo raro es que los pequeños se ciñan a las normas que les ponemos, no lo contrario.

Sin embargo, si los niños y niñas tienen una tendencia casi natural a no tener en cuenta las normas, los padres y madres no han desarrollado una habilidad innata y basada en la intuición que les permita lidiar con esto. Deben aprender de su experiencia para conseguirlo y prestar mucha atención en qué estrategias usan para frenar el mal comportamiento de sus hijos o hijas.

Lamentablemente, en este proceso de aprendizaje sobre la marcha aparecen una serie de errores muy frecuentes que son totalmente evitables. En la mayoría de los casos, detectarlos y eliminarlos cuesta tiempo y esfuerzo, así que si quieres ahorrarte molestias siempre puedes leer lo que viene a continuación: los errores más frecuentes que padres y madres cometen ante la desobediencia de los hijos.

Errores comunes que debemos evitar cuando los pequeños desobedecen

Durante la infancia ideas tan abstractas como el civismo, la constancia o los planes a largo plazo no significan nada. Sigmund Freud decía que esto reflejaba la naturaleza del Ello, una de las tres estructuras psíquicas que según él operaban en la trastienda de la mente de los seres humanos. Sin embargo, al margen del psicoanálisis este fenómeno tiene un motivo explicado científicamente: sus lóbulos frontales no están tan conectados con el resto del cerebro como para hacer que sus decisiones vayan mucho más allá del aquí y ahora.

De hecho, durante los primeros meses de vida los bebés tienen serias dificultades a la hora de «desenganchar» su atención de lo primero que ven, aunque intuyan que a su lado hay algo más importante que no están mirando. A medida que las neuronas del cerebro infantil se van conectando más entre sí formando la llamada materia blanca, la capacidad de orientar las propias acciones hacia metas a largo plazo va mejorando, pero esto es un proceso gradual que no culmina hasta bien entrada la adolescencia.

Así pues, aquello a lo que deben apuntar los padres y madres es a adaptarse a la mentalidad de sus hijos e hijas y a crear estrategias de convivencia que no resulten tóxicas para ambos bandos. Veamos cuáles son los errores más frecuentes a la hora de gestionar la desobediencia de los niños en casa.

1. Las demostraciones de poder

Una de las trampas en las que caen los padres y madres es tomarse la desobediencia como un desafío directo a su autoridad, algo que debe gestionarse como si se tratase de un juego de intimidación militar.

Que un niño o niña no cumpla las normas no significa que lo haga para desafiar. De hecho, lo más probable es que sus actos sean consecuencia, simplemente, de que no tiene en cuenta esas reglas, que las olvida. Esto es muy común, ya que muchas veces normas de comportamiento que nos parecen de sentido común son, ante sus ojos, carentes de sentido, algo que no se entiende y que, por consiguiente, no llegan a memorizar.

Así pues, para evitar este error primero hay que asegurarse de si estamos ante un caso de «desobediencia» o, más bien, de simple «no obediencia». En caso de que que sea lo segundo, hay que esforzarse por hacer que el hijo o la hija entienda qué lógica hay detrás de la norma.

2. Imitar la rabieta

Ver cómo un niño grita y nos ataca verbalmente por una norma que no le gusta puede hacer que caigamos en la tentación de hacer básicamente lo mismo: enfadarnos y contraatacar. Pero en estos casos esto no es más que luchar contra el fuego con más fuego, y solo sirve para que dos personas pasen un rato estresante y desagradable.

Si esta rabieta deriva en un castigo, lo cual es muy frecuente, hay que tener en cuenta que este castigo no será interpretado como otra cosa que no sea una extensión de la rabieta del padre o de la madre. Esto es: la razón de ser del castigo será la de una satisfacción personal relacionada con lo que el adulto siente en el aquí y el ahora, nada más.

Es por eso que los hijos que reciben castigos constantemente desarrollan resentimiento y frustración, algo que en ningún caso les lleva a comportarse mejor, sino a comportarse peor de una mejor manera, sin recibir los castigos.

 

3. Ceder

Ceder cuando los hijos se niegan a seguir ciertas reglas es siempre contraproducente, ya que es un acto que habla por sí mismo y cuyo mensaje es «desobedecer funciona». Es decir, se pasa a creer que seguir las reglas es algo opcional y, por extensión, las reglas no sirven para nada. Simplemente son un obstáculo molesto a esquivar, ya que estén presentes o no se podrá hacer lo que se quiera.

4. Hacer ver que no ha pasado nada

Este error se parece al anterior, pero con un matiz. Mientras que si cedemos estamos dando a entender que la norma queda eliminada y ya no cuenta, al ignorar la transgresión de la norma introducimos una buena ración de ambigüedad en la situación. ¿El padre o madre no actúa porque no se ha dado cuenta de que se ha desobedecido, o se ha dado cuenta y no ha considerado que eso sea importante? La sensación de desatención y de que lo que uno hace no le importa a nadie es muy negativa, aunque esta opción sea la más cómoda a corto plazo para el adulto: simplemente, evita meterse en problemas

Así pues, la desobediencia siempre ha de tener una consecuencia, aunque esta sea la reformulación de las normas para encontrar un mejor punto de equilibrio entre ambos intereses. La negociación puede llegar a ser muy positiva, ya que es una manera de demostrar la idea que las necesidades e inquietudes de los hijos e hijas son tenidas en cuenta y respetadas.

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