A menudo los padres nos quejamos de que a los hijos les cuesta mucho ser responsables, o directamente no entienden por qué deben hacer las tareas de casa y del colegio.
A los niños les cuesta mucho pensar a largo plazo, por este motivo no es tarea fácil enseñarles por qué deben ser responsables, pero se puede lograr.
Aquí vamos a hablar de cómo ayudar a tu hijo a ser responsable a partir de métodos sencillos.
¿Cómo ayudar a tu hijo a ser responsable?
La responsabilidad es un concepto difícil de asimilar a edades tempranas, sobre todo teniendo en cuenta que a los niños y niñas les cuesta mucho pensar a largo plazo.
Sin embargo, es posible explicarles y hacerles entender la importancia que supone hacer las tareas de la casa y de la escuela por cuenta propia, sin que nadie les tenga que ir detrás recordándoles una y otra vez que tienen que dejar de jugar o vaguear y hacerlo.
Cómo ayudar a tu hijo a ser responsable no es fácil, pues se require mucha paciencia y control de los nervios, además de saber usar un tono serio pero adecuado, pero se puede lograr. A continuación veremos unos cuantos consejos para lograr esta meta.
1. Asígnale pequeñas tareas
La mejor manera de empezar es yendo a lo sencillo y fácil. Un buen paso para enseñar a los más pequeños el concepto de la responsabilidad es asignándoles pequeñas tareas, adecuadas para su edad y que no supongan ningún tipo de peligro.
Son varias las tareas que se pueden hacer en casa en las que los más pequeños pueden ayudarnos, aunque es muy importante tener en cuenta su edad, sobre todo porque no todas las tareas del hogar son igualmente seguras.
Por ejemplo, para niños más pequeños, de 2 a 6 años, podemos asignarles guardar sus juguetes, poner la ropa sucia a lavar, hacer la cama, recoger la mesa…
Para los niños de 6 a 9 podemos asignarles cargar el lavavajillas, poner la lavadora, guardar la compra, sacar al perro (si es una raza pequeña), cambiar el rollo del WC…
Para los más mayores de 10 hasta la adolescencia, se les puede asignar tareas más complejas y largas, como limpiar los cuartos de baño, la cocina, el comedor y su habitación, cambiar bombillas, pintar paredes, hacer la compra y vigilar a sus hermanos más pequeños.
2. Hacer tareas divertidas
A todos los niños les gusta divertirse y, es por este motivo, que muchos de ellos cuando se les dice que tienen que hacer una tarea, además de verlo como una obligación impuesta, lo ven como algo aburrido y prefieren no hacerlo.
Pero el carácter divertido de los niños puede ser aprovechado por nosotros los adultos. Podemos combatir esta creencia de que toda tarea del hogar es aburrida escogiendo aquellas que sean más dinámicas como punto de inicio.
Ingeniárselas para motivarlos es algo que, de primeras, puede parecer muy complicado, pero a veces basta con poner música de fondo y bailar mientras se están limpiando los cristales, fregando el suelo y doblando la ropa.
3. Busca sus fortalezas
Todos tenemos alguna tarea que no nos gusta hacer, ya sea porque nos da pereza o porque no se nos da bien. Los adultos intentamos ser responsables y pese a que no nos guste, nos aguantamos y acabamos haciendo nuestras responsabilidades, algunos dejándolo para más tarde y otros empezando ya y quitándoselo de encima lo antes posible.
Obviamente, a los niños les pasa igual. Hay muchas cosas que no les gusta hacer porque les da pereza o no se les da bien. Pero de la misma manera que tienen puntos flacos también tienen fortalezas, y es ahí donde se puede abordar el asunto de la responsabilidad.
Si se asigna a los niños y niñas actividades que se les dé bien, aunque sean tareas obligatorias, se sentirán más motivados para hacerlas.
Por ejemplo, si a tu hijo le gusta colocar cosas en orden, o clasificar según parecidos diversos objetos (revistas, libros, platos…) una muy buena tarea para él sería el poner la mesa, ayudar ordenando las estanterías o colocar la vajilla una vez está limpia.
La idea es encontrar aquella actividad qué mejor se le dé, para que así empiece por ese punto a ayudarnos con las tareas de la casa y, con el paso del tiempo, cuando sea el día de hacer tareas, ya tenga tan interiorizada la actividad que se ponga manos a ello de forma automática.
4. Sé un ejemplo
Si quieres que tu hijo sea responsable, sé un ejemplo. Los padres son los adultos de referencia de los niños y, en menor medida, de los adolescentes. Los padres son el modelo a seguir y, por este motivo, los niños aprenden por medio del aprendizaje vicario.
No esperes que tus hijos sean responsables con sus deberes y ordenando la habitación si tú eres de los que dejas para lo último la declaración de la renta y tienes la casa hecha una cuadra.
También, no esperes que tus hijos se pongan a limpiar los platos como por arte de magia si no les has explicado cómo se debe hacer.
Puede parecer una cosa muy sencilla para los adultos, pero esta tarea y otras muchas son de esas que intimidan a los más chicos, teniendo miedo de que lo van a hacer mal y no se atreven a hacerlo. Lo mejor es enseñarles cómo se hace para que luego ellos lo hagan por su propia cuenta.
Básicamente, la responsabilidad se enseña siendo responsable. Haz las tareas que te has propuesto de una vez y no las dejes para más tarde.
Es muy importante que tu hijo sepa cuáles son tus obligaciones, para así poder ver que las estás haciendo cuando las hagas, además de explicarle la importancia de cumplirlas. Por ejemplo, si tu tarea es ir a la compra, explícale por qué vas, vas para que haya comida en casa, y así podáis comer todos .
5. Normas y límites
Establecer normas y límites, siempre adecuados a la edad de tu hijo, es muy recomendable para que el niño crezca aprendiendo a ser responsable no quebrantándolos.
Estableciendo normas y sus consecuencias es muy útil, dado que ayuda a que los niños sepan, ya desde bien pequeñitos, a saber comportarse y lo que les espera si actúan de manera irresponsable.
Cabe destacar que el hecho de poner estas normas y límites no es sinónimo de que los niños y adolescentes las vayan acumplir mágicamente.
Sin embargo, sí que ayuda a moldear su temperamento, sobre todo teniendo en cuenta que la transgresión de estas normas implicará consecuencias negativas, lo cual les hará valorar la importancia de haberlas cumplido.
6. Más autonomía, más responsabilidad
En la medida de lo justo y lo apropiado a su edad, conviene dejarle cierto espacio al niño o adolescente. Fomentar su autonomía es una muy buena estrategia para despertar en él cierta responsabilidad.
A más autonomía, más responsabilidad, traducida en tener que aplicar por su propia cuenta estrategias de resolución de problemas, aprender a ordenar su vida y respetar el debido tiempo para cada cosa, como hacer los deberes primero y después jugar a ese tan deseado videojuego.
Además, la ventaja que ofrece el darles autonomía es que no tenemos que estar tan pendientes de ellos, fomentando su propio criterio de decisión. Por el contrario, si siempre se está vigilando qué hacen y qué no hacen, no van a crecer nunca, y mucho menos van a ser responsables, lo cual será un auténtico problema llegada la vida adulta.
7. Resolución de conflictos
Darle mayor autonomía implica que los niños aprendan a ser capaces de resolver sus propios conflictos, ya sea consigo mismos como con los demás.
Siempre se debe tener en cuenta la gravedad de la situación y cómo de capaz debe ser el niño de resolverla. Puede que se trate de una simple riña con un hermano por un juguete o que la cosa vaya a peor, como una pelea física en la escuela con uno de sus compañeros. En este caso queda claro que deberían tratarlo los padres y profesores de los implicados.
8 Toma de decisiones
Potenciando su capacidad de toma de decisiones se potencia su responsabilidad. Esto es especialmente útil si, cuando tiene que hacer tareas, se le da dos opciones a elegir. La libertad de tomar sus propias decisiones debe venir acordada con su edad.
Así, si el niño toma una mala decisión, pero demuestra que no lo ha hecho con mala intención, sino porque simplemente se ha equivocado, no se le debe castigar. Se le debe hacer entender que es por medio de los errores y del ejemplo que las personas aprendemos.
9. Reconócele cuando sea responsable
Como ya íbamos diciendo, la responsabilidad es una idea demasiado abstracta para los niños, con lo cual, incluso siendo responsables, a veces no son conscientes de que lo son. Es por ello que, sobre todo para los más chicos, está bien que los adultos sepan reconocer cuando están siendo responsables.
Si se le dice que ha sido responsable y que lo ha hecho bien, el niño podrá ver que no le parece tan complicado hacer las tareas y obligaciones. Incluso puede ver que es una persona responsable sin siquiera pensarlo, haciendo los deberes y ordenando su habitación de forma automática.
Agradécele lo que está haciendo, y refuerza esta conducta por medio de frases positivas y felicitaciones y, muy de vez en cuando, algún premio material, como una golosina, su comida favorita o un videojuego, siempre acorde a lo que haya hecho.
Pero, a su vez, es muy importante evitar caer en la dinámica de los sobornos y los “te prometo que”. No le prometas un premio si cumple con una tarea que se supone que debería hacer por sí solo, ni tampoco le amenaces si no lo cumple.
El premio, que es un reforzador, debe ser usado después de que haya hecho la obligación, y sin que previamente se le haya dicho que lo iba a recibir si hacía la tarea en cuestión.
Los sobornos son muy problemáticos dado que el niño siempre los percibirá como una especie de contrato: “yo hago esto y tú me das mi remuneración”. En el momento en el que dejemos de darle la “remuneración”, el niño irá a la “huelga”.
10. Educar en valores
La responsabilidad es un valor que va acompañado del compromiso, el deber y la obligación.
Se recomienda a valorar al niño para que aprenda a valorar su conducta, cómo de responsable es y fomentar en él un mayor sentimiento de autoconfianza, seguridad y una mejor convivencia tanto con sus padres como con sus hermanos si los tiene.
Artículo: Nahum Montagud Rubio
Referencias bibliográficas:
- Baratu, I. (s.f.). Guía de corresponsabilidad. Educar compartiendo las tareas familiares.
- Durán, A., Tébar, M.D., Ochando, B., Martí, M.A., Bueno, F.J., Pin, G., Cubel, M.M., y Genís, M.R. (2004). Manual didáctico para la escuela de padres.
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